Una simple reflexión acerca de vivir sin Internet.
Actualmente no podemos dejar de mirar ese espacio de encuentro, mercado o diversión en que se ha convertido Internet. No creo que ya podamos concebir un mundo sin tener a conexión a la aldea global. Nuestros padres vivieron una época más simple, pero más difícil de enterarse de eventos y más desconectados unos de otros. El teléfono es la invención que permitía unir dos puntos de nuestra angosta y larga geografía y que ayudó a miles de personas estrechar las distancias entre localidades, pueblos, urbes, y que evolucionó hasta convertirse -el teléfono-, en un accesorio dentro del aparatito que no falta en nuestros bolsillos, y que debe ser la primera cosa que buscamos al despertar o irnos de casa a vivir el día.
Actualmente no podemos concebir un mundo sin Internet, sin la red, sin el inalienable invento que nos abstrae cada vez que puede, donde un like / me gusta nos define cada día más acerca como personas, más aceptados, más integrados, más acogidos por nuestros amigos. Atrás quedaron los días más simples, donde la inexistencia de Internet permitía a las personas hablar, hacer reuniones para tomarse un café y contarse las cuestiones más tontas, pero que al fin, justificaban un encuentro cara a cara, y disfrutar un café. Ahora, esto se ha perdido, y no por culpa de la tecnología ni nosotros, el uso de nuevas herramientas de expresión y se vinculación con los demás nos invitan a dejar de hacer juntas de amigos o dejarlo relevados para determinadas fechas. Es mejor subir fotografías en Facebook y esperar los likes para compartir todo.
La tecnología nos ha quitado una de las cuestiones más básicas del ser humano: la humanidad. Basta con recordar, por ejemplo, el atentado en las Ramblas de Barcelona, donde el auxilio a las víctimas se vio en segundo plano por obtener imágenes que al día siguiente serían virales. Nos deshumanizamos, y solamente valoramos el hecho de sentirnos humanos cuando ese espacio virtual se vulnerado, y los problemas de la vida real nos ataca. Este mismo espacio virtual sirve de tribuna para ser justicieros del clic, del like, del me molesta, pero que no se vuelca en acciones reales, en acciones donde todos somos partícipes.
No achaquemos todo a Internet, somos nosotros los culpables de banalizarnos, ensímismarnos en el Metro con el teléfono, con las series de Netflix, con los vídeos de Germán (aún existe?), simplemente, somos nosotros… Quizás tenemos miedo de pensar por nosotros mismos, de disfrutar del paisaje, de notar que hay vida allá afuera…
Nota: Mensaje escrito cuando no tenía Internet en el trabajo